Un salvaje Albertheid covidiano
La P(l)andemia fue una lección de vida para los que aún conservamos nuestra inteligencia y nuestra dignidad. A punto he estado de escribir que aprendimos lo que no está escrito, pero escribir, acerca del desarrollo y explosión de los movimientos totalitarios, se ha escrito sobradamente. Reaprendimos lo que ya estaba escrito. En lugar de leer, vimos, oímos y vivimos.
Somos muchos quienes guardamos nuestros recuerdos de lo que ocurrió durante esos dos años como un valiosísimo tesoro. Recuerdos, comentarios de conocidos, amigos e incluso familiares que nos helaron la sangre, y links, muchos links.
Esos recuerdos, esas columnas periodísticas (es un decir), esas tertulias, constituyen una prueba fehaciente de que el homo dictatorialis no se extinguió en el 45, como algunos parecen creer. La inclinación por negar, aplastar y destruir al prójimo es una característica evolucionada del ser humano, y generalmente no hace falta rascar mucho para conseguir que empiece a brotar a borbotones.
En ese tesoro de links que yo almaceno en cierto lugar de mi ordenador, tengo éste que apunta a este estupendo ejemplo del envilecimiento y la degeneración moral en que se precipitó la sociedad en aquellos meses.
Citas para la posteridad:
Albert Gil: Yo lo siento mucho, va a sonar a dictatorial [excusa non petita…], pero yo es que no acabo de entender por qué [vacunarse] no es obligatorio. […] y a ti te enganchó [sic] en un momento dado […] sin tu vacuna cuando estabas obligado a vacunarte, pues ¡multa al canto! […] Que se prohíba a alguien ir por la calle sin estar vacunado. ¿Te jode? Te jodes, y punto.
Jordi Wild: ¿Tú harías obligatoria la vacuna?
Albert Gil: Sí, sí.
Jordi Wild: ¿Y tú harías obligatoria la vacuna?
Damien Beer: Sí.
Albert Gil: Sí, sí, y con multa en caso de no llevarla.
Jordi Wild: Yo también, yo estoy a favor cien por cien de la vacunación obligatoria. […] El problema es que sería […] incluso anticonstitucional. Pero yo cambiaría todo para hacer una vacunación obligatoria.
Jordi Wild: Yo, si fuera empresario, obligaría a mis trabajadores a estar vacunados […]. Si me dijeras que la vacuna tiene un 50% de posibilidades de matarte, diría hombre no, por favor, pero tío, que es peor… ¡un cubata!
Albert Gil: Te lo pongo mucho más fácil, Jordi. Entrevista de trabajo. Dame tu currículum y dame el certificado de que te has vacunado. ¿Ah, no lo tienes? Pues no trabajas aquí. Venga, al siguiente. […] El poder acceder a un trabajo, el poder viajar, el poder hacer cualquier cosa, cualquier gestión, se te pasa la tontería a las buenas o a las malas.
Albert Gil: Que después de todo lo que hemos sufrido, te venga un tontaco a decirte que yo no me la pongo […].
Damien Beer: A la guillotina.
Jordi Wild: Hay gente que no son paletos ni de la Tierra plana, y tienen dudas con las vacunas, porque no les ha llegado la información correcta.
Jordi Wild: Al final […], y esto sí que tiene toda la puta culpa […], el internet. Internet ha permitido que estas estupideces se hayan expandido.
Albert Gil: Hace 30 años había el tonto del pueblo, pero se quedaba ahí. Era el tonto del pueblo. El problema es que internet ha permitido que los tontos del pueblo se comuniquen.
Régimen de Albertheid
Como tiendo a ser bastante indulgente con la gente, voy a agradecerte, Jordi Wild, que apartaras un momentín para reconocer que hay quien no se quiso vacunar movido por temores y razones dignos de ser escuchados — es decir, de reconocer la posibilidad de que existan individuos que, desde su subjetividad, vean el mundo de un modo distinto, sientan de modo distinto y puedan experimentar un temor a un producto de la criminal Farmafia aprobado por la vía de urgencia. Gracias, Jordi, por el detalle, aunque ya cuando empiezas a hablar de reformar la Constitución para obligar a esas mismas personas a someterse a esos mismos productos, me pierdes.
Es realmente asombroso con qué facilidad este podcaster asume la remodelación del aparataje legal de un Estado sin otro motivo que cepillarse la libertad de los ciudadanos. Es tal barbaridad, es tan grave lo que dice, y sin embargo no se le mueve ni una pestaña. ¿El Estado obligando a los ciudadanos a consumir productos farmacéuticos concretos1? ¿Dónde quedó el Código de Núremberg, Jordi? ¿Nos obligarás también a consumir Vioxx?
Pero el espécimen que me provoca una total fascinación es el tal Albert Gil. El hombre se crece a medida que habla y se va oyendo a sí mismo, y en cinco o seis intervenciones te ha levantado los fundamentos teóricos de un Régimen tiránico que ríete tú del Apartheid sudafricano. Se habla mucho del Apartheid, pero, bajo él, los negros por lo menos tenían derecho a trabajar, salir a la calle y hacer gestiones.
Mención especial a cuando dice eso de “Te lo pongo mucho más fácil, Jordi: entrevista de trabajo”. Es una frase tan Paco, tan cuñada, que merecería un puesto en el repertorio de figuras retóricas con nombres griegos largos, tipo asíndeton. Es el paquíndeton: Mira, Manolo, te lo pongo mucho más fácil: X (¡jefeeeee, ponme otra caña!), siendo X una solución simple a un problema complejo. Podemos reírnos, pero, en el pico del trance vacunil, ¿cuántos españoles no profirieron crueldades aún peores? ¿Cuántas veces no tuvimos que oír la propuesta de negar tratamiento médico a los antivacunas?
Me fascina el espécimen Albert, no por especial, sino por representar perfectamente una especie: la especie de todas esas personas perfectamente normales —familiares, compañeros de trabajo, amigos— que con asombrosa fluidez se transformaron en aspirantes a generales de las SS.
En fin, estos 10 minutos de conversación son tan interesantes, tan ricos en fascismo, que darían no para un artículo, sino para un libro, porque en ellos está condensada buena parte del catálogo de defectos y vicios del ser humano. La ignorancia —supina—, la hibris, la deshumanización del otro, el deseo de destruir a los demás, la ceguera intelectual. Por cierto: negar a una persona salir a la calle, trabajar, poder acceder a los servicios más básicos, ¿qué es sino destruirla?
El Mal no puede engendrar el Bien
Ignorancia e hibris van cogidas de la mano. ¡Cuánta fe tienen en las vacunas! Así, en general. ¿Se pondrían la fízer (la güena), la menos buena o la ya caída en desgracia AstraZeneca, por una nimiedad relacionada con coágulos y tal? Ellos saben, en virtud de sus amplios conocimientos en los campos de la Psicología y los videojuegos, que estas vacunas funcionan. Tienen más fe en ellas que los propios fabricantes, los cuales, en sus contratos secretos (y filtrados) con los Estados o la UE, se aseguraron bien de blindarse contra cualquier tipo de demanda por daños a la salud y muerte, estableciendo con toda nitidez que no se podían conocer todos los efectos adversos a medio y largo plazo. Resumiendo: la BigPharma no pone, no ya la mano, sino media uña en el fuego; pero tú, súbdito, tú has de arrodillarte ante la aguja y creer con la ternura y la inocencia del niño y el cerrilismo del talibán. Vete a…
La deshumanización y el deseo de destruir a los demás son más que obvios y no necesitan mayor comentario. Bueno, sí: no perdamos aquí la oportunidad de recordar cómo esa escoria llamada medios de comunicación, los mismos que sistemáticamente silencian numerosas agresiones y violaciones para no estigmatizar ciertas nacionalidades, azuzaron y legitimaron el odio y la discriminación contra el no vacunado. En realidad fueron los medios los principales responsables de la formación de la masa; sin ellos todo cuanto ocurrió habría sido inimaginable.
La ceguera intelectual es es el fundamento de todo lo demás. Es el deseo de no ver. La falta de interés. Pero la realidad está ahí para quien quiera rascar un poquito.
Tenemos la alarmante biodisponibilidad (es decir, su distribución sin control por todo el organismo, incluidos testículos, ovarios, múltiples órganos) de las nanopartículas lípidas en que va suspendido el ARNm en las ponzoñas de Fízer (la buena) y Moderna, lo cual conocimos casi desde el principio de documentos oficiales de Pfizer en Japón.
Tenemos el bucle abierto (totalmente fuera de control) que supone la inyección de un pseudo-ARNm modificado donde el nucleótido uridina ha sido sustituido por N1-metil-pseudouridina, cuyo papel es impedir la rápida degradación de la molécula de ARNm. La gracia del asunto es que, gracias a esta versión híper-estable del ARNm (que, recordemos, se da de manera natural en nuestro organismo), se está permitiendo que la maquinaria de nuestras células (incluidos cerebro, gónadas, corazón) esté sintetizando proteína espiga (propia del virus del Covid) sin control durante semanas, cuando no meses.
¿Qué ocurre, qué puede ocurrir, cuando el cuerpo sintetiza millones de proteínas cuyo perfil tóxico está demostrado? ¿Y qué ocurre cuando las células del corazón empiezan a exhibir proteína-S en sus membranas? ¿Sería posible que nuestro sistema inmune interpretara que esas células están transfectadas, procediendo a su destrucción (y propiciando un proceso inflamatorio)? ¿Podría ello desembocar en una miocarditis o una pericarditis? ¿Podría ello explicar los excesos de mortalidad desbocados en Europa y EEUU en 2023, que en el Reino Unido ya han sido claramente relacionados con un incremento de los accidentes coronarios?
Recomiendo también las entrevistas del gran John Campbell en su canal de YouTube a Angus Dalgleish, una eminencia en oncología, experto en melanomas, autor y coautor de 563 publicaciones científicas, miembro de la Royal College of Physicians y de la Academia de Ciencias Médicas, que afirma tajantemente que la exposición repetida a estas ponzoñas de pseudo-ARNm provoca un agotamiento y depresión de funciones clave del sistema inmune responsables del control de tumores, y que él ha constatado en pacientes suyos con melanomas en remisión desde hacía años recaídas y metástasis súbitas absolutamente anormales. ¿Jordi, Albert, qué hacemos con él?
Yo tengo una tesis, heurístico más bien, y es que un Bien, como una buena vacuna, un buen medicamento, jamás vendrá envuelto de fascismo, apartheids, Albertheids, la supresión de los derechos fundamentales de las personas, etc. Cuando veas a tus conciudadanos hablando como nazis acerca de lo que sea, huye y no mires atrás. No te equivocarás.
Esto ya medio ocurre con las vacunas infantiles, pero ése es otro tema.