Y es que para eso es para lo único que vale la lacra del feminismo: para luchar contra lo irrelevante, para luchar contra sombras. Bravas contra los mansos y domesticados españolitos, pero ¡ay!, cuán sumisas ante el puño y la hostia del macho africano.
Moraleja agosteña: las mujeres españolas prefieren ser sajadas por un melenudo con tableta que besadas por un calvo fofisano. Hágase.
Es usted muy duro. Vaya con cuidado!